viernes, 29 de junio de 2012

Lya, Elige su destino. Acto IX. Silencios por la Espalda



Silencios por la Espalda

Acto IX


-Sin sangre –le digo.
Él me mira extrañado. En sus pupilas se dibuja una expresión desconcertante. No parece comprender mi petición.
-Debe haber otro modo de salir de aquí que no pase por matar a docenas de personas –añado.
Él me vuelve a atravesar con su mirada pétrea. 
-Esa no es la elección sensata de alguien entrenado para matar.
-Ya no recuerdo esas lecciones, Jäak. Mi pasado es solo niebla y vacío. He visto demasiada sangre esta noche.
-Si no lo hacemos, la próxima sangre puede ser la nuestra –asegura él. –Es lo que has provocado al venir aquí y hablar más de la cuenta.
Agacho la cabeza.
Admito que la idea no ha sido la mejor pero al menos tengo una respuesta que soy consciente de que no habría obtenido de otra manera. No ha sido la mejor opción pero de un modo u otro he obtenido algo de lo que había venido a buscar: Él era mi maestro. Ese es el vínculo. Ahí está el pasado…
Un maestro que no recuerdo, unas enseñanzas de las que solo queda un instinto dormido que despierta como un acto reflejo… y un beso. Un beso que ha salido de lo más recóndito del olvido. De la grieta más profunda de un corazón suspendido en el tiempo.
Tengo mil preguntas. Al menos se me ha concedido la primera respuesta.
-No más sangre esta noche, Jäak. Por favor.
Él queda pensativo. Mira a los cuerpos que se desangran sobre el suelo de piedra y su gesto me obliga a secundarle la mirada. Me devuelve esos ojos verdes de diablo.
-Hay un pasadizo, pero llegar hasta él sin llamar la atención puede ser complicado. Esto es la Orden de Ylos: no tardarán en descubrir los cuerpos y con ellos nuestra ausencia. Se nos echarán encima. Hay ojos y oídos por toda esta maldita ciudad. Están en todas partes. No dejar testigos es nuestra única posibilidad de ganar tiempo.
Lo que dice es cierto, al menos en algo tiene razón: hay que ganar tiempo.
Le tomo la mano, que se mancha aún de la sangre de los muertos. Él mira mi gesto como si hiciese Eras que ninguna mano tomase la suya. Queda en silencio, atrapado en ese gesto. Su mirada parece dudar.
-Nada perdonará la vida de los guardias que se apostan tras esta puerta.
Hago concesión. Entiendo que tendremos que tomar algunas vidas a cambio de nuestra fuga.
-Usemos el pasillo. Podemos deshacernos de las pruebas, provocar un incendio que fuerce a los demás a huir. Eso les mantendrá ocupados y distraídos.
Jäak duda.
Mi plan entraña riesgos que cree  innecesarios. Nuestros ojos se funden. Es cierto que parece haber debilidad ante ellos.
-Si algo sale mal…
-Nada va a salir mal –aseguro sin que ningún argumento lógico pueda sostener mi seguridad.
-Todo puede salir mal.
-Confiaré en mi maestro.
Mi respuesta le arranca una sonrisa descreída pero he roto barreras. Rebusca entre los pliegues de sus víctimas y regresa con un par de puñales que me entrega.
-Te enseñé a usarlos. Eras la mejor. Sigue tu instinto.
Quedo mirando las hojas de los cuchillos con cierto gesto ausente. Aún me parecen ajenas, pero sé que sus palabras son ciertas. Ese instinto es el que me ha llevado hasta aquí por mucho que me cueste admitirlo.
Una mirada de confianza y un guiño anteceden a la trampa que Jäak urde para eliminar a los dos guardias del exterior. Yo soy el cebo, él es el brazo ejecutor.
Pronto los soldados yacen cuanto al resto de cuerpos y yo aún no he tenido que mancharme las manos de sangre. Le veo en su terreno. Mi cabeza burbujea, mi mente se inquieta. Algo dentro de ella, escondido, profundo, encadenado, que busca desesperadamente la liberación. Le veo en su terreno, aunque no le reconozca. Sé que hubo un tiempo en el que me acostumbré a las imágenes y gestos que ahora me ofrece.
-¿Cómo me conociste? Desde cuando me… -Su mirada esmeralda detiene las palabras en mi boca. Aún anda acercando cuerpos pero se ha detenido ante mis dudas. Hay un silencio atroz que me traspasa el alma. Sus ojos son como munición de ballesta que acelera mi corazón y lo atraviesan. Su silencio es explícito. Recelan en darme la información pero yo insisto en batallar contra sus ojos. Por un momento creo que volverá a vencerme, pero cuando estoy a punto de alzar la bandera blanca y aceptar su triunfo, suspira y baja la mirada. El resto de la conversación la mantiene sin mirarme.
-Tendrías unos diez o doce años cuando llegaste. Yo te doblaba la edad pero ya llevaba tiempo entrenando a los más jóvenes. Vosotras fuisteis mi primera asignación de verdad.
-¿Vosotras? –El obvia mi pregunta y sigue hablando.
 -No solo debía entrenaros; estabais bajo mi cuidado y responsabilidad. Cuando llegaste no eras más que una mocosa asustada y sucia.
-¿Llegar de dónde?
-Te compraron. Huérfana, criada en las calles, no lo sé en realidad. Ellos consiguen así a sus nuevos reclutas. Nunca hacíamos preguntas. Así llegaste, como todos, como una vez yo también fui comprado.
-Como si fuera mercancía.
-Eras mercancía. Eso es un hecho. Con mucha suerte una niña como tú hubiera acabado en algún prostíbulo barato. Los chicos aún tienen suerte y quizá pueden aspirar a que alguien le interese un mozo de cuadras, algún ayudante barato al que encargar las faenas más desagradables… pero una niña… Hay muchas bolsas repletas en los mercados dispuestas a soltar plata por un adorable juguete sin estrenar.  Te hicieron un favor, en realidad.
-He acabado en un prostíbulo –afirmo con tono cínico. Jäak me mira y su expresión es amarga.
-Acabado, con 22 años. Te aseguro que de no haber sido así, no hubieras llegado a  verte sangrar por primera vez.
Se me coge un pellizco en el estómago. Jäak acaba y me manda con un gesto salir al pasillo. Él viene detrás y cierra con llave la puerta de aquella habitación. Avanzamos unos metros antes de encontrarnos con un tramo de escaleras que recuerdo de cuando me llevaron a la sala.
-El pasillo está en la capilla. Debemos pasar el claustro y la biblioteca. Si alguien nos detiene, sígueme la corriente.
Acepto las normas del juego. Lo cierto es que las altas horas de la madrugada facilitan no encontrarnos con mucha concurrencia.
Hay preguntas que siguen sin responderse.
-¿Qué pasó, Jaak?
 Él echa un vistazo tras la esquina del pasaje que conduce al claustro interior antes de devolverme una mirada llena de significado.
-¿Qué pasó? Dedúcelo, Lya. Eres una mujer inteligente.
Le miro intensamente. Sus ojos parecen iluminar las sombras con un irreal fulgor verde.
-Te enamoraste.
-Me equivoqué. Crucé una línea.
-Has vuelto a cruzarla –le advierto.
-No, tú no recuerdas nada y será mejor así.
Hace el amago de avanzar pero le retengo tomándole de un brazo.
-Me mandaron matarte, dijiste. ¿Por qué?
-Porque nadie que pertenezca al clan puede escapar de él.

En esta ocasión me empuja para que salga por delante. Ambos cruzamos entre las sombras de las columnas que perimetran el patio. Estamos cerca de una gran puerta de doble hoja y elaborada talla cuando una voz nos da el alto a nuestras espaldas. Jäak se vuelve por inercia, pero yo no necesito mucho para saber que ya han descubierto los cadáveres. Resuenan ecos de hombres con armadura por las inmediaciones. Han tardado poco, demasiado poco.
 -Corre, ¡entra en la habitación! –casi me empuja para que le obedezca. Apenas me da tiempo de articular palabra.
No es la biblioteca. Tampoco la capilla. La interrupción nos corta la huida.
Está oscuro y no acierto a ver, pero no pasa mucho tiempo antes de que Jäak entre tras de mi. Trae una lámpara de aceite encendida. Es uno de los fanales que iluminaban el claustro. Me señala una de las ventanas. Corro hacia ella mientras escucho perfectamente el sonido de los hombres con armadura que se aproximan. Jäak corre a mi lado pero de pronto se vuelve. Coincide con la entrada de los primeros guardias. Me giro al tiempo de ver cómo les lanza el fanal de aceite que se quiebra al estrellarse sobre el primero de ellos envolviéndolo en una sábana de llamas. El caos que genera nos proporciona un poco de aliento en nuestra escapada.
Abro los postigos del ventanal. Da a otro pequeño patio interior entre los edificios. Jäak me apremia a salir y ambos salimos al exterior sin mirar atrás. El fuego no los va a detener para siempre.
Hay un edificio bajo a cuyo techo podemos encaramarnos. Jäak sube primero. Es ágil como un felino. Se vuelve para ayudarme pero descubro que no le necesito.  Me siento casi en mi terreno encaramándome por la pared. Un vistazo atrás nos descubre que nos siguen. Ellos no tendrán tantas facilidades.
El tejado es inclinado pero nos permite movernos con cierta comodidad. De él conseguimos alcanzar otro volumen más alto y de este, a una cornisa que discurre hasta fundirse con un murete que da a la calle. Los guardias nos siguen a duras penas, pero es mejor no desaprovechar nuestra ventaja.
Saltamos a la calleja desierta y ambos comenzamos a escapar por entre sus sinuosas curvas en la madrugada. No es ninguna locura poner cuantos más metros de distancia, mejor. Salimos a la primera calle amplia  justo para encontrarnos con una carreta destartalada que se cruza en nuestro camino. Nos apartamos por pura inercia, aún sobresaltados solo para comprobar que la carreta se detiene ante nosotros. Su conductor se deja ver entre los fulgores de la luna.
-¡¡Arriba!! ¡Vamos, subid!
Su gesto es explícito, pero Jäak duda, aún desconcertado.
-¡Täarom! ¿qué haces…?
-¿Le conoces?
No me da tiempo  despejar las dudas de mi acompañante.
-Es obvio que no iba a dejarte sola. Llámalo intuición pero estaba seguro que tu brillante idea de dejarte capturar necesitaría una vía rápida de huida.
Miro de reojo a la mula desgastada que tira de la carreta y le sonrío de medio lado.
-Rápida, rápida… no parece que sea.
-Deja de protestar y sube de una condenada vez, Lya.

-¿Es de fiar…?
-Tanto como hace una hora lo eras tú, querido Jäak –le aseguro con un guiño.
Huida by CHARRO

Täarom conduce la carreta por callejas oscuras y se aproxima a la bahía de Dar. Nosotros nos escondemos en el cajón. No le pregunto dónde va. Imagino que tiene un plan. Llevar la carreta por los bulevares del norte sería llamar la atención. Intuyo que quiere alejarnos de la zona y luego pensaremos dónde ir. Ahora me alegro de tener personas en las que confiar y que él decidiese no hacerme caso y regresar a la Sirena.
Paramos en un oscuro y desvencijado muelle abandonado. No hay más luz que la que proyecta Kallah desde el cielo salpicado de estrellas. Al otro lado de la bahía, Las Bocas sigue luciendo con descaro su manto de lentejuelas brillantes en la noche. El faro, al otro extremo, no guiña su único ojo.
Solo entonces nos relajamos. Solo entonces descendemos de nuestro escondite. Solo entonces nos permitimos bajar la guardia…
-Gracias por la ayuda, mi nombre es Jäak–. Ofrece su mano en gesto de gratitud. Täarom sonríe ante él. Yo continúo sacudiendo el heno pegado a mi cuerpo. Es un bonito momento.
-No hay de qué, Jäak.
Täarom aprieta su mano con gesto firme y sin borrar su amplia sonrisa de sus labios. Jäak también sonríe. Mis labios comienzan a dibujar también el mismo gesto…
Pero…
Täarom no le suelta. De hecho le aprieta contra él en un inesperado movimiento. Jäak borra la sonrisa de un soplo. Täaron le susurra algo al oído que yo escucho perfectamente.
-Saludos de los Filos, Jäak.
Mi sonrisa queda congelada solo en el amago. Mi gesto se vuelve lívido cuando veo a Jäak caer a mis pies y el cuchillo ensangrentado de Täarom en su mano.
-Sabía que me llevarías hasta él, Lya. Sabía que antes o después tú me llevarías hasta él.
Mi corazón gira ciento ochenta grados. Noto un estremecimiento que me recorre de parte a parte. La mirada de Täarom ha cambiado, su gesto, su presencia…
Busco las dagas en mi cinto pero él es asombrosamente rápido. El cuchillo que lleva aún vestido de la sangre de Jäak consigue abrir carne en mi brazo a pesar de mis reflejos. El dolor es eléctrico. Detengo un par de ataques antes de que su pierna encuentre hueco y me desplace. Mi cabeza gira. Sé que la sorpresa me ha hecho mella pero es un mareo incontrolado. Mis rodillas tiemblan… eso no lo ha provocado la sorpresa.
-Ala de cuervo –confiesa Täarom mientras se acerca con gesto triunfalista y sonrisa de victoria-. No iba a correr riesgos con el viejo y contigo en un mismo encuentro, cielo.
-¡Veneno!
-Tranquila –me asegura sin dejar de avanzar-. Morirás antes de que haga efecto.
Levanta su brazo armado para acabar aquel trabajo. Mis brazos pesan como si fueran de plomo. Nada puede detener ese aguijón. El escorpión dispara a matar…
Pero…

Un silbido anuncia un final inesperado. Algo le golpea el hombro y lo arranca del suelo evitando la estocada mortal.
Es una flecha.
                Una voz, de mujer resuena en la penumbra.
                -Nunca me fie de ti, Täarom.
                Me giro. Hay una sombra entre las sombras. Mi mente se desvanece mientras ella avanza. Todo me da vueltas. Todo es un caos donde los recuerdos y las imágenes se filtran.
                Es una mujer esbelta y exótica. Se arma de aquel arco que ha conseguido detener el sacrificio.
                -Yo también os he seguido.
Mi mente se oscurece… todo se vuelve negro… como la piel de la chica que acaba de llegar.

***

Parpadeo… Regreso a la conciencia.
No, no es mi conciencia…
Estoy en un lugar oscuro y frío. Tengo miedo…
No es mi conciencia. No, no lo es.
Observo mis manos. Son pequeñas. Observo mis piernas, son delgadas. Palpo mi pecho, apenas existe.
Tengo diez años. No es mi conciencia:
Es mi recuerdo.






Opciones.

1-. Mantente en silencio, Lya y trata de explorar el lugar.

2.- Grita, pide ayuda. Alguien podrá oirte.

3.- Es un maldito sueño, Lya. Trata de despertar.

miércoles, 27 de junio de 2012

Procesos II de la empuñadura de La Äriel by Juan Francisco Martínez Cerezo



Depender de la tecnología tiene su lado negativo. Cuando esta falla, enlentece todo el proceso. 
La tarjeta gráfica del Pc de Javier decidió morirse hace casi una semana. La cosa le ha tenido parado hasta el momento con el retraso de muchos asuntos importantes. Ha sido de esos temas farragosos que cada día parece que va a solucionarse pero que no hacen sino complicarse un poco más. Por esa razón, en este blog, el evento de esta semana de Lya ha tenido que ser pospuesto.

Como no hay mal que por bien no venga, en este tiempo, Juan Francisco nos ha vuelto a enviar parte del proceso de la espada que con tanto mimo y cariño está haciendo. La idea era enseñaros este material tras el pertinente capítulo de Lya, pero viendo cómo están las cosas, lo adelantamos.

Las piezas en el trabajo de Juan Francisco comienzan a encajar y tomar forma. Muchos ya podréis reconocer sin duda la pieza. Aún no está acabada y desde aquí animamos a Juan a seguir compartiendo con nosotros los detalles de su elaboración. 

Creemos que está quedando genial.
Las fotos son cortesía del propio Juan Francisco Martínez Cerezo.


Las piezas encajan.
Pliegues y túnica.

Detalles del rostro y la túnica.
Encajan los brazos y adquieren su posición definitiva.
Y el cabello!!!
He aquí la pieza  con detalles del mango y la guarda. Qué currazo!!!


 Cosas como ésta nos entusiasman, de verdad.
Mil gracias por tomaros tantas molestias y dedicarnos vuestro tiempo y creatividad.

Queremos seguir viendo más!!!




domingo, 17 de junio de 2012

Empuñadura y guarda de la Äriel: un detalle inspirador.

La Äriel como parte del logo de cabecera de la Saga by CHaRRO

Se llama Juan Francisco Martinez Cerezo. Vive en Madrid. 
Le conocí en la firma del Códex Apocalypse la pasada feria del libro de Madrid. Venía acompañado de su mujer, Débora. 

En aquel momento ya me arrancó una sonrisa al referirme que había leído primer y segundo volumen de La Flor de Jade a pesar de venir a conseguir la firma para el Códex Apocalypse que también confesó haber acabado. Pero lo que no esperaba era la enorme sorpresa que iba a darme cuando, estando de retiro en Barcelona, a través de chat nos confiesa que anda detrás de fabricar la réplica a escala real de la empuñadura y guarda de "la Äriel" la espada fetiche de Allwënn, inspirado en parte por los diseños de Javier Charro, en parte por su propia idea de la espada a través del texto de la saga.

Diseño inicial provisional del pomo y enmague de La Äriel por CHARRO para S&S

Es posible que no haya mayor satisfacción para una pareja de artistas que conocer que su trabajo inspira el de terceros. Que lo inspira así, además, en secreto, sin pretensión de lucimiento, sin acuso de recibo ni letras pequeñas. Simplemente inspiración, pura y dura.

Foto original de Juan Francisco Martinez Cerezo del proceso de modelaje y ensamblaje de la Äriel a escala real.

Javier y yo nos sentimos como niños que estrenan zapatos. Maravillados ante la creatividad e ilusión de personas capaces de querer dar un paso más allá y dar vida a lo que nosotros hemos construido con palabras e imágenes. En momentos como este nos sentimos muy orgullosos de nuestro trabajo, pero también tremendamente impresionados ante iniciativas tan bellas y emotivas como la de Juan. 
Paso 2 en el modelaje de la empuñadura de la Äriel. Foto de Juan Francisco Martinez Cerezo
En momento como este somos verdaderamente conscientes del poder inspirador de un trabajo hecho con pasión e ilusión, cuando nuestro esfuerzo obtiene hijos de carne y hueso; cuando nuestras noches insomnes contagian de vida a otros que nos regalan su tiempo, su esfuerzo y sus mejores esfuerzos en seguir dando vida a este universo.

Según nos cuenta Juan, la pieza medirá acabada unos 60 cm, tamaño real del poderoso mango de la espada que empuña nuestro feroz Allwënn y de cuya historia y grietas daremos cuenta en el libro ilustrado Allwënn Soul&Sword que Javier y yo preparamos desde hace más de un año. Estará fabricada de pasta de modelar y nos ha prometido más fotos de su paso a paso. Os dejamos de momento el documento gráfico que nos avanzó a la espera de nuevos pasos.
Estamos seguros que el mismo interés y curiosidad que nos despierta a nosotros, despertará a todo aquél que haya hecho de este blog su punto de encuentro con nuestro trabajo, por esa razón prometemos hacer un seguimiento de esta pieza conforme Juan nos siga compartiendo fotos de sus procesos.

Desde aquí, Javier y yo queremos expresarle nuestro más profundo cariño y admiración por el detalle y la dedicación que está invirtiendo en dar vida y forma real a nuestros sueño.

Nuestro Allwënn sostiene su legendaria espada en la portada del segundo volumen de Flor de Jade. Cover by CHARRO.
Gracias por hacernos merecedores de tu talento, Juan.
El detalle es increíble.

miércoles, 6 de junio de 2012

Lya, Elige su Destino. Acto VIII. Baile de Máscaras


Acto VIII

Baile de Máscaras





La tensión de las miradas empieza a hacer mella en mi ánimo.

Soy consciente de la delicada posición en la que me encuentro. Tengo a tres agentes de Ylos esperando una explicación plausible. Mis palabras pueden ser mi tumba. Aguanto la mirada de Jäak. Es dura, pétrea. Está tenso y lo percibo perfectamente. En este instante no puedo hacer ninguna predicción fiable sobre su posible reacción. Tengo el impulso de delatarle. De confesar que nos hemos reunido en una casa en ruinas en el puerto. Que creo que tiene una doble identidad y que confiesa conocerme bien.
Quiero, deseo, casi me excita por un momento la posibilidad de desnudarle ante los inquisidores, forzarle a quitarse una de las máscaras, porque intuyo que tiene más de una. Ni siquiera me planteo las consecuencias, Es casi como si tuviese mucho más valor y sentido para mí despojarlo de su careta, así, abiertamente, sin que nadie lo espere, que los acontecimientos que puedan desatarte inmediatamente a causa de ello.
Me mira.
Me atraviesa.
Me desarma, casi.
Hay un segundo en el que mi lengua quiere comenzar a articular su  respuesta, pero él se adelanta.

—Es una de mis confidentes. No la he registrado, por eso no tenéis constancia de que exista. Está en un puesto clave, es vital que no levante sospechas. El nombre que ha dado es el nombre en clave que uso con ella en nuestros encuentros.
 El hombre maduro mira a Jäak con el rostro torcido. Luego me mira esperando una corroboración. En ese momento me hundo y admito una débil afirmación.
—Dice que tiene información sobre la muerte del Príncipe Escarlata, esta misma noche. Es la primera noticia. ¿Sabías algo de eso?
—No —contesta Jäak muy firme sin dejar de crucificarme con sus ojos verdes. Parece que ningún otro estímulo alrededor le aparta de mi rostro. Empiezo a tener dificultades para aguantarle la mirada. Es más potente de lo que había imaginado. Mi ánimo recela. Mi barbilla se hunde. Me vence por momentos…
—Entonces es el momento de esta hermosa jovencita empiece a contar todo lo que sabe —insinúa el más veterano de los tres.

Ese es el único instante en el que Jäak parece apartar ligeramente su mirada de mis ojos. Es un segundo, pero me siento liberada. Se aproxima al inquisidor de mayor edad y le susurra al oído.
—Es mi confidente. Hablará conmigo más confiada. Yo la interrogaré si no tenéis inconveniente.
—Personalmente me intriga mucho lo que esta muchacha tiene que contarnos.
Hace un gesto con su ceja y el otro inquisidor se mueve hasta uno de los rincones donde el arco de luz de la antorcha no llega. Se funde en las sombras y escucho un sonido de arrastrar sobre el suelo. Vuelve con una banqueta de madera en sus manos y la coloca tras de mi.
—Siéntate.
 Trata de sonar amable pero en realidad es una orden.
Le obedezco.

Noto cómo me miran. Me estudian de arriba abajo. Se paran en mis muslos desnudos, en el vientre, en mi cuerpo apenas cubierto. Recorren con sus ojos mis hombros de piel crispada. Debo estar acostumbrada a miradas como esas, pero debo haberlo olvidado y me siento intimidada.
Percibo cómo Jäak da un ligero paso hacia atrás. El hombre que va a interrogarme acerca su rostro al mío. Dibuja en su cara una sonrisa de superioridad. Vuelve a mirarme. A repasarme con su mirada inquisidora.
—No pareces una criada.
—No, señor —respondo— Trabajo en la Sirena Varada.
El inquisidor se vuelve despacio para mirar a Jäak. Él Se muestra impasible al recibir aquella mirada cargada de significado. Está tenso. Noto que está tenso, pero es probable que solo yo me haya dado cuenta.
Regresa sus ojos a mí.
—Una puta… debería de haberme dado cuenta. —Hace una pausa—. Y ¿cómo es que una puta sabe que el Príncipe Escarlata ha muerto esta noche? ¿Estabas allí?
Silencio.
Cruzo la mirada con Jäak. Sigue esforzándose por no delatar su tensión.
Miro a mi interrogador.

—Sí, señor. Estaba.
Hay sorpresa ante la respuesta.
—¿Has visto quien le ha matado?
Nueva mirada a Jäak.
Tiene la mandíbula apretada, ya ni siquiera se esfuerza en disimular.

—He… sido yo, Señor.
Cierro los ojos por inercia. Solo un instante, como el chico que confiesa una trastada y espera la reprimenda. Es un gesto automático que no pienso.
Siento algo húmedo que golpea mi cara.
Son unas gotas calientes. Creo que es saliva, que me han escupido.
Al abrir los ojos el impacto de la visión me sobresalta. El tipo que me interroga tiene la boca abierta y los ojos dilatados, como si mis palabras le hubiesen sorprendido tanto que no hubiese podido evitar ese gesto de asombro desmesurado.
Pero no es de sorpresa por mi confesión aquel gesto.
De su boca asoma una hoja de cuchilla bañada en sangre. La imagen solo dura una décima de segundo pero se queda fija en mi retina como si fuese un fresco en la pared. La hoja sale por donde ha entrado y el cuerpo cae a plomo sobre el suelo. Antes de golpear la piedra Aquella hoja ya ha encontrado otra garganta y se ha hundido mortalmente en ella. Yo soy la que por un momento no sabe reaccionar.
Jäak se vuelve hacia mí con el arma homicida empapada de muerte en su filo. Sus ojos verdes parecen ahora caníbales. De un gesto que no espero, el dorso de su mano golpea en mi mejilla y caigo al suelo de aquella bofetada.

 —Estúpida. Insensata. Debería matarte aquí mismo—. Me agarra de las ropas y me devuelve al asiento. La hoja del cuchillo queda frente a mi cara—. Cinco años de coartada. Cinco años infiltrado en esta casa para que decidas venir aquí por tu propio pie. ¿Qué esperabas conseguir? ¿Qué maldita cosa ha pasado por tu cabeza para venir aquí, preguntar por mí y confesar lo que eres a esta gente? No puedo creer que seas tan estúpida, Lya.
El cuchillo se mueve frente a mi cara. El corazón me palpita. Las palabras de Jäak me laceran como si ya me hubiese clavado esa hoja. Hay un momento en el que mi cerebro reacciona sin mi permiso.
Con rapidez de serpiente agarro sus muñecas y me deslizo torciendo mi cuerpo. Apreso el cuchillo y giro sus miembros dolorosamente en una secuencia de movimientos que mi cabeza tiene grabados como mecánicos. Casi está a mi merced cuando asombrosamente aquellos brazos contrarrestan mi giro con el suyo. Siento perder mi apoyo, me lleva, me descoloca.
Lo que hace un instante era una presa perfecta se vuelve contra mí y acabo dolorosamente en el suelo. Tengo sólo el instante justo de agarrar uno de sus brazos, pero no puedo evitar que el cuchillo acabe amenazando con su filo la piel de mi garganta. Está sobre mí. Sobre mi cuerpo. Su cuchillo me besa mi cuello y sus labios se encuentran a dos centímetros de los míos. Me siento una niña que pelea contra su padre. Toda mi seguridad se ha venido abajo.
—Dije que debiste haberme matado. Dije que fallaste en tu misión… pero ¿quieres saber por qué?
Está enfadado. Noto su ira, su tensión, su rabia. Trago saliva.
Su presencia intimida, rescata sensaciones que tenía ocultas. Una parte de él me inspira miedo… la otra…
—Dímelo tú, Jäak Vihyou, si ese es tu verdadero nombre.

Me alza como si fuese de papel. Mantiene su presa en el cuello y la amenaza de la hoja en él. Me arrastra hasta una pared y vuelve a presionar su cuerpo sobre el mío. El olor denso que despide me embarga, me regresa a un tiempo que he olvidado, despierta algo que no puedo reconocer.
—Porque no puedes sorprenderme, Lya. Porque sé cómo, cuándo y dónde vas a lanzar tu ataque. Porque conozco tus trucos y tus movimientos…
—¿A sí? ¿Te has dedicado a espiarme? —Me sorprendo de mi propia temeridad.
—Yo te los enseñé, Lya. Yo te puse ese nombre. Yo te enseñé el arte de matar.  Soy… tu maestro.

Algo gira en mi estómago.
Una certeza que siempre he sabido desde que ese nombre, ese Jäak Vihyou apareció en mi mente, pero que no he querido creer. Continúa hablando.
—Yo te di esta vida. Yo te hice lo que eres. Pero ocurrió algo que no debía haber ocurrido. Falté a mi promesa… fui débil.
Su voz penetra en cada poro de mi piel. Vibra con todas las partes de mi cuerpo. Me transporta. Hay una parte de mí que no puede combatir a esa voz, que ya está derrotada de antemano. Una parte de mí que ya conoce las respuestas que va a darme aunque ignore las preguntas.
—Por eso te mandaron a buscarme, porque sabían que era débil frente a ti. Se encargaron de hacer que me odiaras. No tengo nada que reprocharles, merecía ese odio. Te engañé como único recurso para mantenerte con vida. Pero me encontraste… y solo me quedó una opción: borrarme de tu memoria.
No quiero reconocerlo pero estoy temblando bajo él.
Su cuchillo sigue ahí, en mi garganta. Pero ya no hay fuerza. Nunca tuvo intención de herir. Su mirada se ha perdido en mis ojos. Su gesto tiene la melancolía de dos vidas paralelas que han pasado una frente a otra sin poder tocarse. Su voz ha terminado abriendo las mismas heridas que se esforzaba en cerrar.
—Matarme podía haber sido una opción más rápida —le digo—. Definitiva, sin cabos sueltos, sin errores. Si eras maestro de asesinos… ¿qué te lo impidió?
Su respuesta la he conocido siempre sin saberla.
            —Lo mismo que me impide ahora hacerte callar para siempre. Lo mismo que me obligó a marcharme para no ponerte en peligro. Lo mismo que me hizo quedarme entre las sombras a pesar de saber que no volverías a reconocerme. Lo mismo… que me ha obligado a hacerlo todo. ¿No lo imaginas?
            Le miro.
No soy consciente de que mi pecho se ha acelerado sin permiso. Que mis brazos y piernas se han rendido de antemano. Que mis ojos se han clavado en sus pestañas. Noto cómo mi cabeza batalla. Cómo en mi mente los recuerdos durmientes se rebelan contra aquello que los encierra. Percibo su guerra interna, la necesidad de liberarme. He quedado mirando sus labios entreabiertos. El mira los míos. Los nudos en la garganta se deshacen en un parpadeo.
Hay un instante de impulso incontrolado.
Mi impulso.
Su impulso.
Como ciegos que se lanzan al abismo. Como signos de interrogación sin respuesta inmediata. Como el último segundo de la vida. Ambos, los dos. Sin medirlo, sin premeditarlo, nos lanzamos sobre los labios del otro como si ese fuese el único camino de salida.
            Me besa, me muerde.
Le beso. Le devoro.
Las manos inician un recorrido perverso por el cuerpo del otro. Mi cuerpo traza formas sinuosas entre sus brazos. Su cuerpo se aprieta al mío como si quisiera soldarse a mi piel.
El cuchillo desaparece de sus manos como un invitado no deseado que huye de la fiesta.
Cae al suelo.
Es su golpear de metal el que nos obliga a despertar.
Él tiene mi rostro entre sus manos. Yo le abrazo por detrás del cuello. Una de mis piernas le rodea la cintura. He perdido la sensación del tiempo. No he sido dueña de mis actos. No sé de dónde ha salido tanta pasión en un instante. No sé, tampoco, cómo he podido refrenarla en este momento.
Nos recomponemos. A duras penas, nos recomponemos.
No es ni el mejor lugar ni el mejor momento.
No apartamos del otro siendo conscientes del impulso que nos ha llevado a comernos sin pensarlo. Como haber cruzado una línea prohibida de nuevo. Como haberse quitado el antifaz en mitad del baile de máscaras.
Mis manos tiemblan.
Tengo el sabor de sus labios en los míos, la huella de su boca en mi barbilla, la piel de sus mejillas sin rasurar arañando las mías.
Él se agacha y recoge su cuchillo. Me lo tiende sin decir una palabra.

—Tenemos que salir de aquí, Jäak. —mi voz aún se escucha temblorosa. Él asiente con un débil cabeceo.
—Hay cerca de 20 personas en esta casa franca —me cuenta mientras saca otra daga de su cinto, oculto por los vuelos de su capa—. Incluyo agentes, criados, servicio y los mercenarios de custodia. Si queremos darnos algún tipo de ventaja deben morir todos. Espero que no hayas olvidado todo lo que te enseñé.

Impulso by CHARRO

Opciones

1—.     Sigue el plan de Jäak. 
Matadlos a todos, quemad la Casa Franca. Sin testigos, eso nos dará tiempo.

2—.     Busca una alternativa sin llamar la atención. 
Salgamos sin que nadie se entere.