miércoles, 18 de abril de 2012

Flor de Jade: Elige tu Destino. Acto IV Secretos


Acto IV

Secretos

Lya Acto IV  Seduction by CHARRO


La dirección me llevó hasta una tortuosa y oscura calleja perdida entre la maraña de calles del puerto. La puerta estaba a medio descolgar y el edificio, de tres plantas y aspecto sólido, parecía abandonado. Desde luego no era un lugar que encontrar por casualidad. Comprobé por tres veces que estuviera en el sitio indicado.
Ni rastro de nadie por los alrededores ni dentro de aquel desvencijado edificio que olía a pescado descompuesto, humedad y salitre. La puerta estaba abierta.
De hecho, casi se me queda en las manos al tratar de empujarla. Llevé mis dedos a la empuñadura del cuchillo que me había atado al muslo para darme algo de seguridad. Aquello tenía mala pinta y no hablo, precisamente, del estado de las paredes. No esperaba una bienvenida con músicos en un palacete, pero tampoco encontrarme en mitad de este estercolero sola como una rata.
Había llegado hasta allí y no iba a largarme hasta llegar al final, aunque para ello tuviese que poner patas arriba hasta el último rincón podrido del distrito del puerto.
Entré.
La oscuridad era penetrante y apenas distinguía las estrechas paredes de un pasillo que parecía morir en una estancia llena de desperdicio y montañas de basura.
Creí intuir otra puerta en el extremo de una de las paredes. El olor era nauseabundo. Si aquello era un escondite, estaba claro que era uno bueno. Ni a las moscas se le hubiese ocurrido pulular por allí por propia voluntad, pero yo tenía motivos para no dar marcha atrás y no lo hice.
A poco que me alejé de la puerta de entrada escuché un «clic» que me hizo saltar todas las alarmas. Me giré aprisa sólo para ser testigo de cómo caía con estruendo una pasada plancha de metal que sellaba la puerta por la que había entrado, impidiendo mi retirada. Apenas un segundo después escuché un silbido muy cerca de mí y noté cómo las rodillas comenzaban a aflojarse y mis dedos se volvían pesados.
Gas
La pestilencia alrededor evitaba que oliese, si es que aquello tenía algún olor. Me sentí estúpida. Parecía tan obvio que iba a caer en una trampa que casi había descartado la opción.
Mi mente se perdió entre mis recuerdos recientes antes de apagarse…
Volví en un segundo fugaz a los instantes previos que me habían llevado hasta allí… 

***

Llegó el «cirujano» y yo estaba aún en la bañera en mi habitación de la Sirena Varada. El tiempo se había detenido para mí en la calidez del agua.
Era un tipo de aspecto extravagante. Pequeño de estatura y cuajado de extraños tatuajes que alcanzaban incluso su rostro. No tenía pelo y su cara estaba salpicada de perforaciones: labios, cejas y su nariz se atravesaban con varas de madera o remaches de metal. De sus orejas colgaban desmesurados aros de bronce que abrían y dilataban hasta un punto dramático la perforación de sus lóbulos. Deduje que habría de ser una especie de shamán. Lo que me inquietó fue no recordar a alguien con un aspecto tan llamativo. Eso me hizo ser consciente de la debilidad en la que me encontraba. Sin mis recuerdos era muy vulnerable.
Recordé aquel pedazo de papel que alguien se había tomado la molestia de hacer colar en uno de mis bolsillos. Recordé las siglas de aquel nombre. Para bien o para mal era el único nombre que por el momento había retenido mi mente. Eso no significa que fuese un amigo, pero comprendí que era mi único clavo ardiendo.
Dejé a aquel pintoresco personaje hacer su trabajo.
Usó magia ritual para sanar por encima mis lesiones. Cánticos, ungüentos, pictogramas pintados en mi piel desnuda. Me dijo que había tenido suerte. La mayor parte eran contusiones y abrasiones de la piel pero ninguna revestía daño de gravedad. Tampoco encontró lesiones en hueso. Me preguntó cómo me había hecho aquello. Eran los daños típicos de una paliza. Me hubiese encantado tener algo con qué responderle.
           
            Los grifos que había pintado en mi cuerpo harían su trabajo en las horas siguientes. Con todo, la mayor parte del dolor y las molestias desaparecieron con aquella primera intervención. Täarom se mantuvo allí, paciente y quieto. Notaba su mirada preocupada que, en cualquier caso, a veces se escapaba a rincones más íntimos pero que se esforzaba por reconducir y disimular. No dijo palabra tampoco mientras busqué una ropa adecuada que ponerme, después de que el «cirujano» se marchara.
Me tomé mi tiempo.
Trataba de valorar mis opciones, decidir si hablar allí y ahora me iba a perjudicar más que beneficiarme.
No tenía garantías de nada. Se supone que era mi casa, que aquella gente eran las personas más cercanas a mí, pero resulta angustioso no recordarlo. No saber qué diferencias o vínculos has tenido con ellos hasta ahora. Dudar de a quién debía ofrecer mi confianza. Quizá ninguno de ellos tenía nada que ver con lo que me había ocurrido, pero entonces… ¿por qué ese mensaje me lo hacía dudar? Quien lo escribía parecía tener mucho más claro que yo la implicación de la gente que me rodeaba en la suerte que había corrido en las últimas horas. Quien lo escribía sabía cosas que probablemente no iba a descubrir aquí. O eso, o era lo bastante listo como para sacarme del único lugar en el que iba a encontrar apoyo. Era un riesgo que debía correr o puede que estuviera haciéndole el juego a quien me había provocado la encerrona.
            Después de cambiar por quinta vez de sandalias, miré a aquél hombre que trataba de no parecer nervioso ante mi presencia. Acabé de anudarlas con parsimonia y acaricié delicadamente mi pierna hasta el muslo. Entonces alcé mi mirada hacia él que esquivó mis ojos sintiéndose cazado.
            —Si estás lista puedo decirle a Diva que…
            —Cierra la puerta —le insinué sin dejarle terminar.
Sé que le pareció extraña mi petición pero la cumplió sin chistar. Yo aproveché para llegar a su altura y quedar maliciosamente cerca para cuando se volviese. Su reacción fue exactamente la que buscaba cuando al girarse me encontró invadiendo su espacio y mirándole directamente a los ojos.
Noté su turbación. Casi podía masticarla.
            —Diva puede esperar un poco, ¿no crees? —dije avanzando unos centímetros más.
            —Bueno… hacerla esperar es… —Silencié su frase poniendo mi dedo índice sobre sus labios. Casi se traga las palabras. Había un punto divertido, lo reconozco.
            —He visto cómo me miras…  
Estaba tan nervioso ante mi proximidad que dio un paso hacia atrás solo para encontrarse con aquella puerta cerrada a su espalda.
Atrapado.
Un nuevo paso en su dirección.
Él gira la cabeza para no mirarme pero yo le fuerzo a mantenerme la mirada agarrándole suavemente de la mandíbula.
—¿Vas a negarlo?
Él balbucea.
—Lya… todo… todo el mundo te mira… así.
—Bueno… tú eres más discreto, más elegante. Me gusta cómo me miras… no te lo había dicho nunca antes… pero esta noche he estado a punto de morir y supongo que…
Le acaricio delicadamente el pecho con mis dedos. Dejo la frase en suspenso. Noto como su respiración se agita.
—Siempre te he considerado atractivo…
Se derrumba.
Acabo de tocar muro.
—A..aa… mi? ¿Yo? Osea… ¿tú… crees…?
—Me miras con delicadeza y eso me halaga. Estoy rodeada de cerdos, muy ricos, pero cerdos… sin embargo tú…
Sigo aproximándome, haciendo que mi cuerpo y el suyo cada vez tengan menos puntos sin contacto. Está temblando entre mis manos. Por una parte me hace sentir bien. Tengo más poder sobre él que nadie en este instante… por otro lado, noto su fragilidad. Hay algo en él que realmente me conmueve.
—Ly… Lya, si Xan entra ahora y me descubre así… contigo, soy hombre muerto, y lo sabes. ¿Por qué… por qué me dices esto ahora…?
¿Xan?
Algo me desconcierta. No esperaba ese ingrediente en el guiso.
Hay que salir deprisa.
—Un poco de riesgo lo hace todo más emocionante… ¿No crees?
—No, tratándose de la Xan que yo conozco… aunque… —Acerco tanto mi boca a la suya que casi percibo el temblor de sus labios—. No sé… no sé qué te pasa Lya… o tú no eres la misma persona de hace dos noches o debo estar soñando.
—Puede que no sea la misma persona —ni imagina hasta qué punto no lo soy —Lo cierto es que necesito que hagas algo por mi — modulo mi voz hasta casi el susurro muy cerca de su oído— y puedo hacer que no quieras despertar de tu sueño.
—Sabía… sabía que tramabas algo.
—Soy mala… pero puedo ser peor —le susurro.
—Eres cruel solo por diversión—. Noto que algo ha cambiado en su tono de voz que hace que me aparte un poco de su contacto. Le miro a los ojos y veo un poso de tristeza en ellos. —Sabes que haría lo que me pidieses sin necesidad de montar este teatro. Siempre lo he hecho, ¿no? Estoy aquí para eso.
Su mirada me rompe el corazón.
Me aparto y agacho la cabeza. La chica mala ha sido demasiado dura. Hay que sacar a la chica buena.
—La verdad es que necesito que me ayudes. Necesito volver a las calles.
—¿A las calles? ¿Ahora?
—Debo solucionar algo antes de hablar con Diva.
Alzo la mirada y trato que parezca lo más inocente posible.
—Esto no me gusta.
Parpadeo.
—Oh, Cleros, no tardaré en arrepentirme. ¿Qué esperas que le diga a Diva?
 —No sé, que he quedado dormida, que necesitaba descansar. Confío en que sabrás decirle lo más indicado. Solo serán unas horas. No tardaré. Nadie sabrá en realidad que he estado fuera.
—¿Y si te ocurre algo? Nos has tenido preocupados.
—He vuelto ¿verdad? —más parpadeo. He comprobado que es una buena arma. —Prometo volver rápido y sana. ¿Me cubrirás? Por favor…
—Maldición —rebusca en su cinto y extrae un amplio cuchillo—. Toma esto… y lárgate antes de que recobre el sentido.
Bajo los ojos, sonrío antes de tomar el puñal. Le miro con gesto agradecido.
—Hablaba en serio cuando dije que te encontraba atractivo.
Él sonríe y sacude la cabeza. Yo le guiño con un poco de malicia. Ese es el instante preciso en el que sé que no va a delatarme.
Confiaba en estar de regreso en unas horas.
No pudo ser…

"Secretos" by CHARRO

***


Despierto con pesadez. Tardo en ubicarme.
Estoy en una cama.
¡No, otra vez!
¡Espera!
Sigo vestida. No estoy encadenada…

La luz anaranjada de la habitación es tenue pero confortable. De la impresión, he acabado sentada en la cama. Aún me froto las muñecas, aliviada por no tenerlas prisioneras. Con la rapidez con la que muevo la cabeza no soy capaz de percatarme de una figura abrazada a medias por las sombras, sentada en un sillón cerca de los pies de la cama. Es su voz quien me la descubre.
—Bienvenida de vuelta, Lya.
Parpadeo. Enfilo la mirada y le encuentro.
No puedo apreciar sus rasgos con exactitud pero de primera impresión me parece un hombre maduro, recio de torso. Viste ropas elegantes aunque no especialmente caras. Tiene el pelo revuelto de un color rubio oscuro y luce una barba cuidada que le aporta magnetismo. Su voz es gruesa, sonora, casi sensual.
Su lenguaje corporal no es amenazante y yo no me hallo prisionera en algún modo, a pesar de que mi inconsciencia le ha dado la oportunidad de reducirme.
Me quedo en silencio y le observo. Mis ojos se percatan de que el cuchillo de Täarom está sobre las sábanas, justo a mis pies. Él nota cómo mis pupilas recorren el arma.
—Lo llevabas contigo, creo —me informa leyendo mis pensamientos—. Puedes tomarlo. No quiero que pienses que estás aquí en contra de tus deseos. Has venido por tu propio pie.
—¿El numerito del gas era necesario? —Me resuelvo a responderle con ironía—. Me hubiese bastado una bienvenida menos llamativa.
Él carcajea débilmente. Esa risa sutil activa algo en mi recuerdo dormido. Me es extrañamente cercana y familiar. 
—Lo era, para tu seguridad y la mía.
—Imagino que estoy hablando con Jäak Vihyou.
Él queda un instante en silencio. Su presencia tiene un aura que me intriga.
—Si lo preguntas, es porque no me recuerdas, aunque es todo un acontecimiento que hayas deducido ese nombre de unas simples siglas. No recuerdo habértelo mencionado en ningún momento. Parece que tu memoria lo ha mantenido a salvo. De alguna forma me siento halagado.

Lo cierto es que ese nombre es el único que se mantiene en mi cabeza y no doy explicación a ello. Lo he relacionado rápida y fácilmente, como si no hubiese otra posibilidad y no sé por qué.
—¿Interpreto que nos conocemos?
Él inspira sonoramente y mantiene un silencio dramático antes de contestar.
—Nos… conocemos. O al menos… nos conocíamos.
Me incorporo lentamente sobre la cama. Mi nueva visita al inconsciente me ha dejado de recuerdo cierta sensación de mareo.
Necesito sujetarme la frente. Solo dura un instante.
—Bien, hechas las presentaciones y en vista de que somos viejos amigos… ¿por qué no me cuentas de una maldita vez qué diablos está pasando y por qué no puedo recordar absolutamente nada de mi vida?
Él se levanta despacio. No se aproxima a mí. Se da la vuelta lentamente y comienza a andar por la habitación. Yo aprovecho ese instante en el que me ofrece la espalda para agarrar el cuchillo a mis pies. Prefiero andar armada, por si acaso.
—Temo que soy el responsable en parte de tu falta de memoria—. Me desvela volviéndose hacia mí. La dirección rápida de sus pupilas me hace saber que se ha dado cuenta de que el cuchillo ya no está a la vista. No tengo tiempo de reaccionar. La noticia me atrapa de sorpresa.
—Entonces tienes mucho que explicar.
—¿Has venido a eso, no? El cuchillo no te va a hacer falta para sacarme el resto de información, te lo aseguro.
Me siento cazada, pero prefiero tener el arma en mi mano.
—Has matado a un hombre. Por eso despertaste en una celda. Era un hombre poderoso en esta ciudad, muchos le deseaban muerto, pero te han utilizado a ti para acabar con él y su muerte complica mucho la situación, incluida la tuya.
Carcajeo nerviosa.
—No te creo. Soy prostituta. Es de las pocas cosas que he sacado en claro en estas horas. No soy ninguna asesina.
Él cruza los brazos.
—En eso te equivocas. Eres una asesina, una de las mejores… pero eso era algo que nadie debía de saber, incluida tú.
Un extraño calor me invade.
Hay una sensación de certeza absoluta en lo que dice. Algo dentro de mí me advierte que sus palabras son ciertas. Aquellos hombres en la celda. No podría haber acabado con ellos como lo hice si lo que este hombre cuenta no fuese cierto. Mis movimientos precisos, mi mente calculando sin mi permiso… pero entonces…?
Creo que mi rostro deja traslucir el enjambre de dudas que me invade.
—Entiendo que sea algo complejo de asumir —me consuela.
—¿Complejo? No sé si es la palabra adecuada…
—Algo dentro de ti te dice que es cierto. Probablemente alguien te ha usado para matar al Príncipe Escarlata, alguien cercano. Ha sido una muerte que tú no planeabas, no podías hacerlo. Te han usado… pero, que estés aquí ahora, que hayas salido de esa celda me hace entender que has tenido que recordar tus habilidades durmientes en un momento en el que tu vida corría serio peligro ¿me equivoco?
Respiro hondo.
Venía buscando respuestas y de momento solo tengo más preguntas.
—¿Quién eres tú y cómo sabes tanto? —En esta ocasión un impulso incontrolado me hace amenazarle apuntándole con el cuchillo en mis manos. Él observa la hoja sin inmutarse. Contesta muy despacio, sin el menor rasgo de alteración.
—Me llamo Jäak Vihyou. Hubo un tiempo en el que nos conocíamos. Un tiempo que para tu seguridad debí borrar de tu memoria. Empezaste una nueva vida, lejos de la anterior, lejos de todo vínculo conmigo. Así acabaste en la Sirena Varada. Aunque no las recordases, tus habilidades seguían ahí. Todo el mundo sabe que en la Sirena se compra y se vende algo más que placer. Te hicieron un encargo. Un encargo que no has cumplido. Alguien te ha usado para eliminar a uno de los Príncipes más influyentes del consejo de los 600 de esta ciudad. Quien lo ha hecho se encuentra cerca. ¿La razón? La desconozco pero ha activado algo en tu cabeza, algo que te pone en peligro. Tu pasado regresa Lya… y quienes te buscan lo van a aprovechar para cazarte.

—¿Cazarme? ¿Por qué.. para qué? ¿Quién me busca? ¿Qué se supone que hice para que vengan a por mí?
—Quienes te buscan son mucho más peligrosos que quienes te han encontrado. Y no es lo que hiciste, sino lo que dejaste por hacer lo que les importa.
—¿Qué no hice?
Jäak sonríe.
Mira hacia el suelo. Percibo que hay una batalla en su mente. Sabe que darme ese dato no es pertinente, pero quiere dármelo. Por alguna extraña razón quiere descubrirse.
—Lo que no hiciste fue… matarme.

Un escalofrío me recorre de parte a parte.




Opciones:

1.- (Ohh, Jäak, tienes mucho, mucho que explicar y lo vas a hacer ahora)
Consigue toda la información que puedas de este hombre por los medios que sean.

2.- (Ese es todo el problema? He matado a seis tipos en una noche, uno más…)
Mátale y acaba con esto.