jueves, 24 de mayo de 2012

Elige tu Destino. Acto VII La Boca del Lobo.


Acto VII

La Boca del Lobo.

fragmento de Täarom by CHARRO


Ahora, en frío, no sé si ha sido una buena idea…


            —¿Estás loca? —Täarom se lleva las manos a la cabeza y baja la voz que ha levantado de pura inercia—. ¿Entregarte a los de Ylos? Sería más rápido si te corto la garganta aquí mismo. ¿Qué pretendes conseguir con eso?
           
Sé que lo que trata de decirme es lo más razonable. Ni yo misma sé muy bien qué pretendo. Supongo que forzar un poco la marcha de los acontecimientos. Que el hombre que me ha tenido inconsciente en su cama, el que ha podido venderme, matarme o hacer lo que le placiese conmigo haya sido el único en advertirme peligros y acabe entrando en una casa franca de la orden de espías resulta francamente desconcertante.
            —Ese hombre no puede ser enemigo —le digo convencida.
            —¿Por qué estás tan segura?
            —Porque de serlo no estaría aquí hablando contigo. Estaría desangrándome en una cama, flotando en las cloacas o delante de aquellos que me quieren muerta. Es una tapadera.
            —Pues si tu aliado tiene como tapadera la Orden de Ylos, tiene la sangre congelada en las venas. No sé si sería oportuno tocar las pelotas de alguien así.
            —Pues eso es justo lo que quiero.
            —Querida, eres puta: para tocar pelotas no necesitas meterte en la boca del lobo.
            Sonrío con ironía.
            —Muy agudo, Täarom. No sabía que entre tus habilidades también estaba hacer de bufón.
            Él también me sonríe.
            —Hago lo que puedo. Soy el tipo de los recursos, ¿recuerdas?
—Ese tipo sabe más de mí que todos vosotros juntos y me debe algo más que una explicación. No pienso dejarle jugar a su juego. Lo tendré cerca aunque tenga que coserlo a mi culo.
—Tampoco vas a tener problemas para tener a nadie pegado a tu culo.
—Si has terminado de hacer chistes fáciles…
Täarom se pone serio y suspira hondo.
—Lo cierto es que solo trato de decirme a mi mismo que no vas a cometer ninguna locura.
—¿Te preocupas por mi?
—En realidad me preocupo por mi. Te han visto entrar y te han visto hablar conmigo en la Sirena. Si terminas en una sala de interrogatorios de la Orden van a pedirme explicaciones. Si voy a darlas, quiero saber que no había otras opciones más sensatas.

Respiro hondo.

—Las haya o no, Täarom, es el paso que quiero dar. Quiero forzar a ese hombre a que me diga a la cara si está conmigo o si todo esto es un juego. Si es un juego, quiero que muestre sus cartas aquí y ahora. He salido de una celda vigilada esta misma noche. Confío que si las cosas se tuercen podré salir de ésta también. No tienes por qué implicarte más.
—No, si yo soy quien entrego. Antes o después lo sabrán y si las cosas no salen bien… que no imagino cómo pueden salir bien…
Me muerdo los labios. El plan no tiene ninguna finalidad concreta. Mil cosas pueden torcerse. Jäak puede no estar siquiera allí. Estoy proponiendo una locura y aún así tengo la extraña certeza que solo dando un paso que nadie espera puedo sacar cosas en claro. Si sigo dejando que manejen los hilos, haciendo justo aquello que quien hay tramado todo esto espera que haga, solo voy a ser un títere de ojos vendados. Si Jäak me está manipulando, solo cortando esos hilos lo sabré, saltándome las reglas de lo que es razonable… y si no lo hace, le forzaré a contarlo todo poniéndole en un aprieto.
—Estoy decidida.
Täarom cierra los ojos resignado.
—Siempre tuviste carácter. ¿Sabes lo que pueden hacerle a una prostituta ahí dentro?
—No soy una simple prostituta.
—Fuera de la Sirena no eres nadie, Lya. Y ahí dentro, delante de los inquisidores de Ylos, ni los reyes son nadie.
Guardo silencio un instante. Sé lo que trata de decirme.
—No soy una simple prostituta. Vuelve a la Sirena. Niega que me hayas visto después de dejarme en la habitación. Olvida este asunto. A partir de este momento sigo sola.


Realmente no sé si ha sido una gran idea. Me han dejado en una habitación vacía. Solo una puerta y paredes desnudas. La luz la ofrece una lámpara de aceite colgada de una de las paredes. Sorprendentemente no me han atado ni puesto cadenas. O no me han descubierto aún o no debo parecerles todavía amenazadora. Han apostado a un par de soldados mercenarios al otro lado de la puerta. Con eso tratan de cuidarse de que no voy a escapar de aquella habitación sin ventanas. De momento no tengo ninguna intención de hacerlo. Estoy aquí para forzar que Jäak sea totalmente franco conmigo. Por eso he preguntado por él. Les he dicho que tengo información vital sobre la muerte del Príncipe Escarlata pero que solo se la confesaré a Jäak. De eso hace casi una hora.

Nadie ha venido, nadie se ha preocupado por mí. En esta habitación sin ventanas no hay ni un maldito lugar para sentarse. La humedad hace que sea fría e incómoda. Sentarme en el suelo es una opción desesperada y no quiero que la primera imagen que tengan de mi es la de una chica asustada y congelada en una esquina.


Escucho pasos en las proximidades y la voz amortiguada de hombres al otro extremo de la puerta. Me tenso. La puerta se abre y trato de mostrar mi presencia más firme.
Entran dos figuras. Llevan el uniforme de la Orden. 
En ese instante un pensamiento sobrevuela mi cabeza. En mi vacío mental se cuela una seguridad. La Orden de Ylos es una hermandad de espías a sueldo. Buscan, encuentran o sacan información. Eso es lo que compran y venden. La inmensa mayoría de los miembros nunca se identifican y la extensa red de «chivatos», ojos y oídos entre la población, infiltrados en las casas nobles, las bandas, los barrios es incontable. No solo aquí en las Bocas, sino en todos los reinos, pero en especial en esta ciudad donde tienen su gran sede. Tener delante a dos de estos «hermanos» perfectamente uniformados debería de hacerme entender que son miembros destacados y por lo tanto, peligrosos. Eso me lleva a pensar que la chica que maté en las celdas también estaba uniformada, lo cual me hace pensar que el asunto por el que se contó con ella debía ser importante. No maté a una simple espía. Maté a una inquisidora, especialista en extraer información… igual que quienes acaban de entrar.
El pensamiento tiene forma de advertencia, pero me sorprende que mi mente haya recordado esos datos. Con seguridad ya estaban dentro de mí y si han vuelto, mi memoria no está del todo perdida, solo oculta.
La habitación es fría y sin ventanas, pero amplia y ellos quedan a unos metros de mi. Se despojan de las capuchas. Ninguno es Jäak. Mal comienza esto…
  
—¿Cómo has dicho que te llamas? —Me pregunta el que tiene aspecto de más veterano. Debe rondar los cincuenta años. Tiene la frente despejada y escaso pelo negro. Sus rasgos son severos.
—No lo he dicho, señor —le contesto. No sé muy bien qué etiqueta seguir con ellos. Se miran. El otro es solo un poco más joven. Guardan un silencio incómodo.
—Sin embargo aseguras que tienes algo que contar sobre la muerte del Príncipe Escarlata. Eso es un hecho que pocos conocen, entenderás que debemos mantener ciertos protocolos contigo. Por eso estás aquí.
—También dije que solo hablaría con Jäak Vihyou —les aseguro tratando de parecer lo más sólida y segura posible—. Sé que está aquí.
—Le tienes delante —me dice el más joven—. Él es Jäak Vihyou.
Mi expresión cambia. Me quedo bloqueada durante un instante. En ese tiempo una tercera figura entra en escena pero queda más rezagada, a espaldas de mis dos interrogadores. Se alza un poco la capucha. Puedo distinguir los rasgos.
—Él no es Jäak —digo con firmeza.
—¿Qué te hace pensar en eso?
—Porque Jäak está justo ahí detrás. —alzo el dedo para señalar a la figura que acaba de entrar en la sala. Ambos se vuelven y descubren al hombre que he venido a buscar.
—Hermano, este interrogatorio está asignado —dice el primero con una fingida cortesía—. Tu presencia no es necesaria, por el momento.
—Nadie te ha mandado llamar. ¿Qué haces aquí? —pregunta el otro.
—Dicen que esta chica ha dado mi descripción en la puerta. He venido a comprobar de quién se trata.
Jäak me mira con una frialdad que me traspasa. Su rictus es el de una montaña helada.
—No es lo único que ha dado en la entrada. ¿Os conocéis?
—Sí. —aseguro yo en un impulso que vuelve a centrar en mi la atención.
—No —responde Jäak tajante—. Esta mujer miente.
Su mirada sigue siendo piedra. Sus ojos verdes me mantienen clavada en el lugar. Un súbito calor asciende por mi espina dorsal y soy consciente de la delicada situación en la que me encuentro.
—Curiosa disyuntiva… —señala el veterano—. Va a merecer la pena escuchar lo que tenga que decir.

Täarom by CHARRO

Opciones


1.-Sé hábil. Síguele el juego confiando en que saldrá bien aunque te arriesgas a que te deje sola. (Retráctate y apoya la coartada de Jäak de que no os conocéis aunque eso pueda ponerte en una grave situación ante los interrogadores). 

2.- No te fies. Destroza la coartada de Jäak, has venido a eso. 
(Mantén la teoría de que os conocéis, que él mismo te citó hace unas horas en el puerto.).