jueves, 4 de junio de 2009

La Äriel, la Espada con nombre de Mujer.


LA ÄRIEL, LA ESPADA.
Ilustración original de José A. Rando aparecida en cubiertas y páginas interiores de El Enviado.



La Espada Äriel es casi un personaje más, demasiado cargada de simbolismo como para obviar su importancia. Es la espada favorita del mestizo Allwënn, guerrero feroz y coleccionista de estas bellas armas. Es La Espada, por encima de todas y su vínculo con ella está más allá incluso de la comprensión de muchos. Se trata de una soberbia espada bastarda de amplia y ancha hoja que Allwënn recibiría de manos de su padre. Su factura humana es indiscutible y parece ser que tiene una dilatada historia antes de llegar a las manos del guerrero que la haría famosa. Pasó de ser propiedad humana, a élfica y después enana antes de que Allwënn la recibiera, sin que en sus muchos años de singladura perdiera un ápice de su filo y su belleza. Sin embargo sería a partir de que

Allwënn la poseyese, que esta espada se convirtió en una pieza legendaria y única.
El guerrero mestizo no tardaría en personalizarla. La primera manipulación saldría de las fraguas de Lem Forjadorada (ver más abajo) afamado herrero, y de ella resultaría dotar a sus filos de unas ristras de marcados dientes. El filo de la Äriel se convirtió en un filo dentado, en unas fauces, como bien gustaba decir a su propietario. La segunda modificación fue su empuñadura. La propia Äriel tallaría en hueso de dragón una figura femenina, desnuda, envuelta en telas que la representaba. Allwënn, fascinado por llevar a su esposa tallada en el enmangue de su fabulosa arma decidió comenzar a llamarla como ella y así La Äriel comenzó a ser conocida por ese nombre. El vínculo último y fatal lo recibiría el día de la muerte de la singular sacerdotisa. Ella murió a manos de ese filo arrebatado a su dueño, expiró atravesada por ella. Luego, serían las carnes de Allwënn quienes recibieron la dentellada de sus fauces, pero su sangre contaminada evitó su muerte. Para el mestizo aquella unión en la muerte sellaría definitivamente el vínculo con esa espada. La sangre de ambos se mezcló aquel fatídico día en el acero de esa hoja mortal. La última modificación que recibiera esa espada sería después de morir Äriel. Allwënn decidió ahuecar parte de su hoja con el símbolo del dragón de Hergos y gravar el nombre de su difunta esposa en tres idiomas, de elfos, de enanos y el de los sacerdotes de Hergos. A partir de entonces aquella espada sería única, su tesoro personal, lo último que le quedaba en recuerdo de ella. Allwënn nunca se separa de su espada y cuando la empuña su determinación y ferocidad crecen alarmantemente para desgracia de sus adversarios. Es su espada fetiche, su obsesión por ese arma roza lo enfermizo… es la espada con la que estaría dispuesto, como suele advertir, de vaciar la sangre del mundo si fuese necesario. Con ella en sus manos, Allwënn se siente invencible… y tal vez lo sea.

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